domingo, 17 de enero de 2021

Juan Ramón Jiménez


Juan Ramón Jiménez Mantecón (Moguer23 de diciembre de 1881San Juan de Puerto Rico29 de mayo de 1958) fue un poeta español. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1956, por el conjunto de su obra, entre la cual destaca la obra lírica en prosa Platero y yo.


Juan Ramón Jiménez Mantecón viene a mundo en el seno de una familia acomodada de cultivadores y exportadores de vino.  Nace en Moguer (Huelva) el 23 de diciembre de 1881, a las 12 de la noche,  en la casa de sus padres, en la calle de la Ribera número 2, esquina con la calle de las Flores.

Al poeta siempre le gustó decir que había nacido el día 24 y fue el tercer hijo del matrimonio formado por Víctor Jiménez Jiménez y Purificación Mantecón López-Parejo. 

“Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo que jugaba muy poco, y que era gran amigo de la soledad..”.  En sus primeros años, Juan Ramón acude a las migas o parvularios de Doña Domitila y Doña Benita Barroeta.


En 1883 los padres de Juan Ramón se trasladan con sus hijos a una casa en la calle Nueva, en el centro de Moguer, donde vivirán durante 18 años, hasta la muerte del padre de Juan Ramón. Se trata de un edificio del siglo XVIII, que desde 1956 está abierto al público como Casa Museo Zenobia y Juan Ramón. En su interior puede verse la biblioteca particular que el poeta tenía en Madrid, una colección de revistas de Zenobia y varios objetos personales.

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Sus estudios de primaria y elemental los realiza en el Colegio San José de Moguer y en  septiembre de 1891, realiza en el Instituto de Segunda Enseñanza de Huelva, el examen de instrucción primaria. Ya en bachillerato se examina en 1892 del primer curso y en 1893 del segundo, obteniendo calificaciones de notables y sobresalientes.

En septiembre, de este mismo año, el poeta queda interno en el Colegio de los jesuitas de San Luis Gonzaga, del Puerto de Santa María (Cádiz), donde se educaban la mayoría de los hijos de la burguesía. Allí tuvo por compañeros, entre otros, al poeta Fernando Villalón y a Pedro Muñoz Seca. Es en este Colegio donde se manifiestan sus primeras inclinaciones artísticas como queda reflejado en sus libros y cuadernos, con algunos poemas y dibujos.

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Alumnos del Colegio de San Luis Gonzaga: Juan Ramón Jiménez (cuarto por la derecha en la segunda fila).


En 1894, 1895 y 1896 se examina de los cursos correspondientes, obteniendo a su vez buenas calificaciones y en ese último año obtiene el Título de bachiller y regresa a Moguer.

    En el verano de 1896 se enamora por primera vez e inicia un noviazgo con Blanca Hernández-Pinzón Flores, próxima a su familia pues Victoria, su hermana, era novia de José Hernández-Pinzón, hermano de ella.  En septiembre de ese mismo año Juan Ramón parte a Sevilla con la intención de estudiar la carrera de Derecho, aunque está mucho más interesado en el arte, pintura y poesía.

Empieza a dar clases de pintura con el pintor gaditano Salvador Clemente. Pinta bodegones, paisajes, algunos retratos, copia a los grandes como Velázquez. En Sevilla vuelve a enamorarse Juan Ramón, en esta ocasión de Rosalina Brau, una puertorriqueña cuya belleza y personalidad le conmovieron.

    Cuando, en septiembre de 1897, vuelve a Sevilla tampoco tiene intención de estudiar. Empieza a ir al Ateneo y allí, en su biblioteca, lee a Bécquer, a Rosalía de Castro y Jacinto Verdaguer, se familiariza con el Romancero y con la literatura clásica española y empieza a creer que puede llegar a ser algún día un gran poeta. Escribe y envía sus poemas a periódicos y revistas de Huelva y Sevilla: El Progreso, El Correo de Andalucía, El Noticiero Sevillano, El Programa, Diario de Huelva…

    En la primavera de 1899 vuelve a Sevilla para estudiar con cierta dedicación y se matricula en Derecho. Aprueba Metafísica, pero suspende Historia crítica de España, y no se presenta a Literatura general y española. Decide que abandona los estudios para siempre. Le atrae la literatura, quiere ser poeta y comienza Juan Ramón a publicar  en  Vida Nueva, de Madrid. Villaespesa y Rubén Darío le invitan entonces a trasladarse a Madrid a luchar por el Modernismo.

     En abril de 1900 Juan Ramón llega a Madrid. Lleva todos sus versos, reunidos bajo el título de Nubes. En la estación de Atocha le esperan Salvador Rueda, Francisco Villaespesa y otros. Villaespesa le lleva a visitar imprentas, plazas, iglesias, cementerios, cafés, museos, jardines; le presenta a Rubén Darío, Benavente, Valle-Inclán, Azorín y Pío Baroja, y le acompaña a las tertulias de los principales escritores. Sus nuevos amigos le aconsejan separar los versos de Nubes en dos libros de distinto tono: Almas de Violeta y Ninfeas, que no aparecerán publicados hasta septiembre de ese año. En mayo regresa a Moguer, algo enfermo y desencantado del ambiente literario que se respira en Madrid.

    El 3 de julio de 1900 muere en Moguer, víctima de una embolia cerebral, don Víctor Jiménez, padre de Juan Ramón. La muerte del padre lo dejó anonadado, le había cogido desprevenido y pensaba que a él también podía sucederle.  Las noches se le convirtieron en pesadillas, con el corazón disparado y con un inmenso miedo a la muerte. 

La tensión acumulada le agobiaba y casi no la podía resistir, y de pronto, una noche no pudo más, sintió que se ahogaba y cayó al suelo, desvanecido. Este ataque se le repitió en días sucesivos, sintiéndose morir antes de desvanecerse, y le quedó un profundo temor a una muerte repentina.  Sólo le tranquilizaba la presencia de un médico.  Su ansiedad constante se había convertido en fobia, en un temor mórbido a la muerte. Calmaba su ansiedad buscando una protección externa, reclamando siempre la presencia del médico. Se traslada a vivir a Fuentepiña, la finca de su familia situada a escasos metros de la casa del doctor Rafael Almonte. Un año después su familia le interna en un sanatorio francés para enfermos mentales Castel d´Andorte, en Le Bouscat, Burdeos, que dirigía el doctor Lalanne. Allí estuvo de mayo a septiembre de 1901, instalado en la propia casa del Dr., sin relación alguna con el resto de los internos, y creó una estrecha relación con él, su esposa y sus hijos.

Escribe Rimas bajo influencia de los simbolistas franceses. En septiembre es ingresado en el Sanatorio del Rosario de Madrid, donde será cuidado por el Dr. Simarro. En la habitación del sanatorio organiza reuniones que se convierten en tertulias a las que asisten Machado, Valle-Inclán, Benavente… El sanatorio cobró fama en la época por esas reuniones.  El sanatorio fue escenario también de la publicación de Helios, la mejor revista de la prensa española de su tiempo. 

En 1903, Juan Ramón publicó Arias tristes, libro que provocó el episodio que durante años, se tuvo por leyenda: su romance epistolar con Georgina Hübner, una muchacha limeña de veinte años. El interés por conseguir un ejemplar de ese libro, y por obtener, al mismo tiempo, sus autógrafos y sus cartas, hace que un grupo de jóvenes peruanos se invente una admiradora imaginaria para que sostenga con él un idilio por correspondencia de continente a continente.

Cuando las cartas empezaron a ser más íntimas, Juan Ramón quiere conocerla personalmente. Entonces, el grupo de bromistas decide enfermarla y presentarla muy grave recluyéndola en un balneario. Juan Ramón anuncia su deseo de viajar a Lima, y entonces el grupo  decide terminar con la historia “matando” a Georgina de tisis galopante, y haciendo que el cónsul de Perú entregue al poeta un cable comunicándole su fallecimiento. Juan Ramón inmortalizó este romance en su famosa “Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima”, del libro Laberinto. 

En 1903, el poeta abandona el Sanatorio del Rosario y se va a vivir a casa del doctor Simarro, quién pondrá a Juan Ramón en relación con los pintores Emilio Sala y Joaquín Sorolla, con la Institución Libre de Enseñanza y con don Francisco Giner de los Ríos. Ninguna de esas amistades consiguió superar la intimidad que unió al poeta con el matrimonio Martínez Sierra.

A mediados de 1905, Juan Ramón regresó a su pueblo natal en busca de su restablecimiento. En el número de 5 de la calle Santa Ángela de la Cruz (antigua Aceña), se encuentra la casa en que vivió Juan Ramón con su madre y su hermano Eustaquio. Tras largas ausencias de Moguer por cuestiones de salud, regresó en 1905 instalándose en esta casa ya que, por la muerte de su padre y los problemas económicos por los que atravesó su familia, tuvieron que vender la casa de la calle Nueva.

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Antes de abandonar Madrid, el poeta daba a imprenta Jardines Lejanos. Este Moguer al que Juan Ramón vuelve no es el mismo que dejara. Desde el fallecimiento de su padre ha ido mermando la fortuna de la familia, que ahora está en litigios. Para Juan Ramón es una época triste, llena de preocupaciones, en la que se agrava nuevamente su enfermedad.

No trabaja nada y le sigue acechando su temor a la muerte. Juan Ramón busca consuelo en el campo de Moguer. Días de lectura y de disfrute rural en los que, sin embargo, la enfermedad vuelve a rodear al poeta de temores y presagios angustiosos.


De 1908 a 1913, Juan Ramón dará a la imprenta diez libros de poesía: en 1908, Elegías Puras; en 1909, Las hojas verdes y Elegías Intermedias; en 1910, Baladas de primavera y Elegías lamentables; en 1911, Pastorales, La soledad sonora y Poemas mágicos y dolientes; en 1912, Melancolía, y en 1913, Laberinto. Son los años, también, en que Juan Ramón brinda su amistad a Platero, un burrillo pequeño y peludo que acaba convirtiéndose medio de transporte y en compañero indispensable para ir de Moguer a Fuentepiña. De sus salidas al campo moguereño y de aquel contacto, empezarán a fluir las páginas  de Platero y yo, el libro que inmortalizó a Juan Ramón, cuya primera edición menor, apareció el 12 de diciembre de 1914.

    En 1913, animado por Ramón Gómez de la Serna, decide  volver a Madrid para vivir allí definitivamente. El Banco de España ha decretado la ruina de su familia como herederos de un capital embargado y para dedicarse a la poesía sería más fácil en la capital. Juan Ramón se hospeda en la calle Gravina, pero su estancia allí dura apenas unos meses.

El ruido le obliga a buscar otra casa. Se muda a la pensión Arizpe. En esta pensión el poeta estaba muy a gusto, aunque la tranquilidad que le rodeaba era todavía relativa. Al lado de las habitaciones ocupadas por Juan Ramón, pared por medio, vivían unos vecinos muy ruidosos: un matrimonio norteamericano que cuando tenía visitas tocaban el piano, charlaban a voces y reían tan alto que él tenía que dar golpes en la pared para que se callaran.

En medio del ruido Juan Ramón percibía una voz agradable y una risa de mujer que llamaron tanto su atención que se propuso averiguar quién era la joven alegre. Era Zenobia Camprubí, la hija de uno de los ingenieros de la Junta de Obras del Puerto de Huelva, a la sazón establecido en La Rábida y que podría haber conocido allí en el año 1909.

    Más tarde, enterado Juan Ramón de que Zenobia y los ruidosos vecinos asistían a los cursos para extranjeros que impartía la Residencia de Estudiantes, Juan Ramón asistió a una conferencia de don Manuel B. Cossío y logró ser presentado a Zenobia.  Juan Ramón vive en esa época en la Residencia de Estudiantes, donde dirige las ediciones, también colabora estrechamente en el proyecto y decoración de la nueva residencia, en la calle Pinar. El poeta diseñó parte del jardín, la biblioteca y eligió muchos de los materiales de las distintas dependencias. Al mismo tiempo trabaja en la Editorial Calleja.

    Zenobia era una joven de muchísimo talento que llamaba la atención. Juan Ramón se había  enamorado. Además de culta y sensible, le parecía una mujer agradable, finísima y muy inteligente. Pero su noviazgo no fue  fácil. Que Juan Ramón fuese grave para el carácter desenfadado y juvenil de Zenobia motivó que ésta no le correspondiera inmediatamente. A los románticos requerimientos de Juan Ramón responde Zenobia con bromas. No le resultó fácil a Juan Ramón llegar al corazón de su amada y convencerla de que también un poeta débil y triste como él podría hacerla  feliz.  Además, Juan Ramón no encajaba en el tipo de pretendiente que los Camprubí habían imaginado para su hija. Juan Ramón fue venciendo todas las dificultades.


    En enero de 1916, Juan Ramón abandona Madrid, pasa una semana en Moguer, con su madre y hermanos, y el 30 embarca en Cádiz rumbo a América: va a casarse con Zenobia.

El 2 de marzo, Juan Ramón y Zenobia contrajeron matrimonio en la iglesia de Saint Stephen, de Nueva York. Tres meses pasaron por tierras americanas: Boston, Filadelfia, Baltimore, Washington…En este viaje escribe Juan Ramón Diario de un poeta recién casado.  

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En julio, Zenobia y Juan Ramón volvieron a Madrid. Alquilaron una vivienda en Conde de Aranda 16, y allí, comenzaron su vida de casados.

Zenobia va a facilitar a Juan Ramón todo para que él pueda dedicarse a su obra. Juan Ramón vuelve a dar nuevos libros a la imprenta: en 1916, publica Estío; en 1917Sonetos EspiritualesPoesías escojidasDiario de un poeta recién casado  y la edición completa de Platero y yo; en 1918Eternidades, y en 1919Piedra y cielo

A la par que a sus libros, se entrega Juan Ramón por estos años, en colaboración con su esposa, a  la traducción al castellano de una parte de la obra de Tagore y otros autores de interés como el drama Jinetes hacia el mar, del irlandés John M. Synge.

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  Primera edición (1914) de Platero y yo.


“Retorno fugaz” (Voz del autor) – Juan Ramón Jiménez

¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
—¡Oh corazón falaz, mente indecisa!—
¿Era como el pasaje de la brisa?
¿Como la huida de la primavera?
 
Tan leve, tan voluble, tan ligera
cual estival vilano… ¡Sí! Imprecisa
como sonrisa que se pierde en risa…
¡Vana en el aire, igual que una bandera!
 
¡Bandera, sonreír, vilano, alada
primavera de junio, brisa pura…!
¡Qué loco fue tu carnaval, qué triste!
 
Todo tu cambiar trocose en nada
—¡memoria, ciega abeja de amargura!—
¡No sé cómo eras, yo qué sé qué fuiste!

    En 1922 Juan Ramón publica su Segunda antolojia poética, y en 1923Poesía y Belleza, tres libros de especial relevancia en la historia de nuestra literatura.

En 1924, invitados por la familia García Lorca, Zenobia y Juan Ramón viajan a Granada. Son los años en que Juan Ramón publica varias revistas poéticas: Índice, Sí y Ley, en las que colaboraron un grupo muy selecto de poetas y escritores ya consagrados: Azorín, Gómez de la Serna, los hermanos Machado, Ortega y Gasset. En ellas aparecieron publicados también los primeros versos de los más jóvenes: Gerardo Diego, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Carmen Conde, Antonio Espina, Corpus Barga. Y junto a ellos artistas tales como Benjamín Palencia, Juan Bonafé, Francisco Bores y Salvador Dalí.

Al mismo tiempo que editaba estas revistas, Juan Ramón dio a la imprenta sus famosos cuadernos: en 1925Unidad; en 1928Obra en marcha; en 1932Sucesión; en 1933Presente, y en 1935, las Hojas que cerraron la serie. Todos esos cuadernos contenían únicamente textos de Juan Ramón: caricaturas líricas, cartas, prosas poéticas, poemas, ensayos, poesías revividas, aforismos y anticipos de sus libros inéditos.

    En 1926, abre Zenobia una tienda dedicada al arte popular, en sociedad con su amiga Inés Muñoz. El establecimiento se llama “Arte Popular Español” y en él se venden bordados, encajes, mantillas y objetos de arte. Con ello hacía realidad un viejo proyecto: convertirse en intermediaria en la compra y venta de estos artículos a cambio de una pequeña comisión.

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Más provechoso resultó para Zenobia ocuparse de subarrendar pisos amueblados a diplomáticos extranjeros de paso por la capital de España, sus beneficios los destinó la pareja a sufragar los estudios de su sobrino  Juan Ramón, ahijado del poeta e hijo único de su hermano Eustaquio. Los trabajos rentables no eran, sin embargo, la ocupación predilecta de Zenobia.

También le gustaba ser útil, sólo por el gusto de serlo. A partir de 1925, algunas alumnas de la Residencia de Señoritas consiguieron, gracias a su mediación, bolsas de viaje para estudiar en varios colleges norteamericanos. Y cuando al año siguiente se funda en Madrid el Lyceum Club Femenino, Zenobia participa activamente en su organización, y es su secretaria durante los años que lo preside María de Maeztu. Al mismo tiempo, Zenobia ha colaborado con distintas sociedades humanitarias como La Enfermera a Domicilio, El Ropero de Santa Rita o el Comité de Higiene Popular.

    En agosto de 1928 muere en Moguer doña Pura, madre de Juan Ramón. Sólo unos días después fallece en Madrid doña Isabel, la madre de Zenobia.

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Es un año de honda tristeza pero al año siguiente, viaja a España José Camprubí, el hermano mayor de Zenobia, y al regresar a los Estados Unidos regala a los esposos el pequeño Ford que han utilizado él y su familia para desplazarse en sus viajes por la península. A partir de ese momento –Zenobia fue una de las primeras mujeres españolas  con carnet de conducir-, viajar se convierte para Zenobia y Juan Ramón en una de sus más preciadas aficiones. Durante dos años recorrieron media España. La otra media la recorrió Zenobia sola, acompañada de familiares o de matrimonios amigos.

    La existencia del poeta  se complica en estos años con el drama en que se vieron envueltos los esposos cuando, en julio de 1932, tras esculpir el busto de Zenobia, se quita la vida Marga Gil Roësset, la joven escultora enamorada de Juan Ramón con un amor que sabe imposible; su fulminante ruptura con Jorge Guillén, en marzo de 1933, cuando  deja de cumplir lo pactado con Juan Ramón respecto a una colaboración solicitada para la revista Los Cuatro Vientos; su meditada e irrevocable decisión de no autorizar la inclusión de ninguno de sus versos en ninguna antología de poesía española que se publique a partir de 1934; y su segunda rotunda negativa a ser elegido académico, cuando en junio de 1935 es llamado a ocupar un sillón en la Real Academia Española y declina el honor para sorpresa de todos. Son los años también en que Juan Ramón, huyendo de los ruidos vecinales y callejeros se ve obligado a cambiar sucesivamente de domicilio: Conde de Aranda, Lista, Velázquez, Padilla…


    En 1936 estalla la Guerra Civil Española y se mantiene fiel del lado republicano llevando una importante labor de acogida de niños huérfanos. Los Jiménez convierten en guardería uno de los pisos que Zenobia realquilaba a extranjeros y diplomáticos, donde acomodan a una docena de niños. Para sufragar la manutención de estos niños, el matrimonio empeña en el Monte de Piedad diversos objetos de valor que poseían.

    Ante las noticias alarmantes que llegan, Juan Ramón empieza a vivir en continuo sobresalto. Sus propios amigos le instan a que salga de España. A mediados de agosto, Juan Ramón se entrevista con Manuel Azaña, presidente de la República, y le expresa su deseo de obtener pasaporte para salir de España con dirección a Puerto Rico, donde debe atender ciertos compromisos literarios contraídos con anterioridad al levantamiento militar.

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El 19 de agosto de 1936 se expidió a Juan Ramón pasaporte diplomático de Agregado Cultural honorario a la Embajada de España en Washington, y el 22, Zenobia y él atravesaron el paso fronterizo de La Junquera, con dirección a París. Cuatro días después embarcaron en Cherburgo en el ‘Aquitania’  rumbo a Nueva York. Atrás dejaban su casa, y en ella sus únicos bienes materiales: muebles y pertenencias personales, y con ellas los libros y los manuscritos del poeta, con toda su obra inédita. No llevaban demasiado equipaje, creyendo que la ausencia sería corta y la situación política se calmaría pronto.  No fue así.  Se llevaron 22 años en América.

    Al llegar a Nueva York,  los esposos intentaron recaudar fondos destinados a socorrer a los niños víctimas de la guerra. Después de un breve y descorazonante viaje a Washington en busca de  apoyo al gobierno español que no interesó a nadie, los Jiménez embarcaron con dirección a Puerto Rico. En la isla Juan Ramón ultimó los detalles de las antologías que iba a publicar el Departamento de Educación, pronunció conferencias, se reunió con jóvenes universitarios y con niños de las escuelas… A finales de noviembre, al no encontrar en Puerto Rico talleres gráficos donde se pudieran imprimir las antologías, los esposos se trasladaron a Cuba.

La Institución Hispanocubana le invita a dar una serie de conferencias en el teatro de la Comedia; traba amistad con los más jóvenes y mejores poetas y, a instancias suyas, se organiza un certamen para seleccionar y publicar los mejores poemas de aquel año y recogerlos en una antología con el título de La poesía cubana en 1936; participa en actos públicos de afirmación republicana, como el homenaje tributado a Federico García Lorca en el Teatro Nacional; colabora en las mejores revistas de la isla: Ultra, Carteles, Revista cubana, Verbum, Grafos, Lyceum

    Las confusas y alarmantes noticias sobre la guerra que reciben los esposos les llenan de amargura. Juan Ramón vive atormentado y con el pensamiento puesto en la tragedia que se cierne sobre tantos inocentes. En febrero de 1938, muere en el frente de Teruel, víctima de un proyectil enemigo, su sobrino y ahijado Juan Ramón Jiménez Bayo. La tristeza del poeta es indescriptible. Cinco meses después, los esposos viajan a Nueva York para que Zenobia disfrute de la compañía y el cariño de sus hermanos. La alegría de volver a encontrarse con ellos, mantuvieron a Zenobia sumida en un afanoso ir y venir, mientras Juan Ramón visitaba la Hispanic Society, asistía a los conciertos de la Filarmónica de Nueva York, o se perdía por las salas del Museo Metropolitano y las del Museo de Arte Moderno. A fines de noviembre volvieron a La Habana.


    En enero de 1939, Zenobia y Juan Ramón dejaron Cuba para siempre y se instalaron en Coral Gables, Miami pues la situación económica que atravesaban ya se hacía insostenible y además el final de la guerra invalidaría sus pasaportes diplomáticos. Allí tropezaron con el inconveniente del calor, que les parecía insoportable, y el problema del idioma.  Allí  les llega la noticia del allanamiento de su piso de Madrid. Tres conocidos escritores asaltan su casa –respetada durante la contienda- y se han llevado cuadros, objetos de arte, fotografías, manuscritos, cartas, libros y otras pertenencias que solo en parte y tras larguísimas gestiones fueron devueltas, varios años después, a Juan Ramón.

    En agosto, Zenobia y Juan Ramón, se trasladaron de nuevo a Nueva York. Al regresar, en octubre, a Coral Gables, encontraron un apartamento de su gusto, en un barrio silencioso y con jardines, y se instalaron en él. Juan Ramón volvió a trabajar como en sus mejores tiempos. Sólo las estrecheces económicas a las que a menudo debían hacer frente apagaban su entusiasmo.


En enero de 1940, el poeta pronunció tres conferencias en la Universidad de Miami, y a continuación enseñó en la misma universidad un curso sobre poesía española contemporánea. En marzo los esposos viajaron a Orlando, donde ofrecieron conferencias que Juan Ramón daba en español, y Zenobia traducía en inglés con la intención de que lo entendieran bien.  A lo largo de 1940, los Jiménez van a viajar dos veces a Nueva York, la primera,  para comprar el coche que iba acompañarles durante el resto de sus vidas y la segunda para que Zenobia disfrutase de la compañía de sus hermanos. En octubre, Juan Ramón cayó enfermo y estuvo hospitalizado dos semanas.

    En mayo de 1941, los esposos viajan a Dirham, en Carolina del Norte, para que Juan Ramón se someta en el hospital de la Universidad a un exhaustivo reconocimiento y le pongan un tratamiento que le devuelva la salud. En agosto regresaron a Coral Gables.

En marzo de 1942, Juan Ramón volvió a dictar tres conferencias en la Universidad de Miami, y en julio participó, por segunda vez, en el curso de verano de la Universidad de Duke. Pronunció cinco conferencias y la que cerró el ciclo se convirtió en un homenaje de los estudiantes y los profesores al poeta español.

    Entre 1939 y 1942, Juan Ramón escribió Romances de Coral Gables, que se publicó en 1948. En 1942 publicó Españoles de tres mundos; en 1945, Voces de mi copla; y en 1946,  La estación total con las canciones de la nueva luz. En 1943, publicó en la revista Cuadernos Americanos, el fragmento primero de Espacio, un poema largo, de más de quinientos versos, que había comenzado a escribir en la Florida, cuya versión definitiva, puesta en prosa, apareció por primera vez en 1954, en la revista Poesía española. Al mismo tiempo que alumbraba Espacio, Juan Ramón escribió Tiempo, poema en prosa tan extenso como el primero, que no vio la luz hasta 1986.

    En marzo de 1943, los esposos abandonaron Coral Gables y se instalaron definitivamente en Washington. Allí la vida del matrimonio se hizo nuevamente intensa y más interesante.

En 1944, la Universidad de Maryland contrató a Zenobia para dar clases a los soldados que estudiaban español en el Programa de Instrucción del Ejército. Zenobia puso entonces de manifiesto sus hasta entonces ocultas dotes de maestra, y allí se quedó, como profesora de español, hasta 1951. El Departamento de Lenguas y Literatura Extranjeras contrató después a Juan Ramón para impartir seminarios para estudiantes graduados.

    Los meses de septiembre y octubre de 1946 los pasaron Zenobia y Juan Ramón descansando en el Washington Sanitarium and Hospital, de Takoma Park. El poeta había pasado el verano algo abatido y pensaron que su estancia allí le resultaría beneficiosa. Por ese tiempo compraron una casa en Riverdale,  a la que se mudaron en noviembre de 1947. Era una casita sencilla, de dos pisos, con un pequeño porche rodeada con un jardín de césped con olmos y robles y una buhardilla donde Juan Ramón podía guardar sus montones de libros y papeles. Allí escribió Juan Ramón su libro inédito Los olmos de Riverdale.

    En agosto de 1948, la revista Anales de Buenos Aires invitó a Juan Ramón a dar una serie de conferencias en  Argentina. El viaje resultó muy emotivo.  Juan Ramón leerá cuatro conferencias en el teatro Politeama, de Buenos Aires. La presencia y la palabra del poeta, recibidas siempre con cálido aplauso, se extendió a otras ciudades: Córdoba, La Plata, Rosario, Santa Fe y Paraná. Durante este viaje, Zenobia y Juan Ramón pasaron una semana en Montevideo, donde el poeta leyó, en el teatro Solís, dos conferencias, y donde el Senado uruguayo celebró una sesión especial para tributarle un sentido homenaje.

En Buenos Aires ofreció Juan Ramón una lectura de poemas de Animal de fondo, el libro que había comenzado a escribir a su salida de Riverdale. En noviembre regresaron a los Estados Unidos.

    A su regreso de Argentina, tenía nuevos proyectos. Empezó a trabajar en su obra sin descanso, sin advertir que su salud podía resentirse por su total dedicación. Llegó a ver publicado Animal de fondo, pero de repente sufrió una grave recaída. Posiblemente, la tarea que se había propuesto excedía a sus fuerzas y requería más tiempo del calculado, y eso le hundió en una prolongada depresión.


En agosto de 1950, Juan Ramón ingresó en el Washington Sanitarium and Hospital, de Takoma Park, Maryland. Durante el otoño, Zenobia empezó a pensar en hacer un viaje a Puerto Rico, imaginando que el viaje por el mar y el volverse a encontrar en un país de habla hispana devolverían a Juan Ramón la salud perdida.

En noviembre desembarcaron en San Juan. Los médicos del Hospital Presbiteriano que reconocieron al poeta diagnosticaron padecimientos nerviosos que requerían tratamiento adecuado. Tras descansar algunos días al aire libre, los esposos regresaron decepcionados a Riverdale. Antes de acabar el año el poeta volvió al Washington Sanitarium. Las últimas semanas de enero de 1951 las pasó internado en el Ugene Leland Memorial, hasta ser trasladado al pabellón psiquiátrico del hospital George Washington. Mientras Juan Ramón no mejoraba, Zenobia seguía pensando en volver a Puerto Rico u otro lugar donde él pudiera reponerse.

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El baúl de Juan Ramón Jiménez. – LUIS ALEMANY

    En marzo de 1951, los esposos regresaron definitivamente a Puerto Rico. Se instalaron en una pensión del barrio del Condado, donde había buenos médicos,  exiliados españoles en los que Juan Ramón confiaba plenamente.

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Fachada de la casa de en Puerto Rico. – LUIS ALEMANY

En agosto Zenobia empezó a trabajar en la Universidad de Puerto Rico, y días después el matrimonio de mudó al Sanatorio Psiquiátrico Insular, donde el doctor García Madrid, que atendía a Juan Ramón, había habilitado un pabellón para vivienda de los tres. Juan Ramón empezó a mejorar lentamente.


En noviembre de ese año 1951 los doctores diagnosticaron a Zenobia un cáncer de matriz. Se operó en Boston el 31 de diciembre en el Massachussets General Hospital. Regresó al lado de Juan Ramón el 1 de febrero. Juan Ramón pareció sanar de repente de todos sus males, pero en seguida recayó, y hasta agosto no acabó de sentirse totalmente curado. Reanudó su vida intelectual.

En agosto de 1953, los esposos se mudaron a una casita de dos plantas en la barriada de Floral Park, de Hato Rey. Casi al mismo tiempo, Juan Ramón comenzó a dictar un curso sobre el Modernismo en la Universidad. Alternaba ese trabajo con la tarea de escribir nuevos poemas y ordenar y corregir los ya publicados. Estaba terminando Dios deseado y deseante, y preparaba tres nuevos libros: En el otro costado, Una colina meridiana De ríos que se van. Reanudó también su colaboración con revistas y periódicos americanos, y empezó a enviar versos y prosas a las revistas de España que se los solicitaban.


    En marzo de 1953, la Universidad de Puerto Rico había celebrado el cincuentenario de su fundación inaugurando una magnífica biblioteca. Juan Ramón se sumó a la efeméride donando la suya completa: más de seis mil volúmenes. Dos años después, la Universidad agradeció tan generosa donación cediendo al poeta y a su esposa una gran sala para que sirviera de lugar de trabajo y a su muerte quedara convertida en centro de investigación encargado de honrar su memoria y custodiar los libros donados por Juan Ramón. Esa sala fue bautizada, por deseo del poeta, con el nombre de Sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez.

    Durante el primer semestre de ese año de 1953, el cáncer obligó a Zenobia a someterse a sesiones de rayos X. Al comenzar 1954, Zenobia volvió a recaer, y Juan Ramón sufrió una nueva depresión que le llevó de nuevo a los hospitales: primero al Hospital Municipal de Río Piedras, y después a Auxilio Mutuo. Al comenzar 1955, como la mejoría no llegaba, fue trasladado a la Clínica Psiquiátrica de Hato Tejas, cerca de su casa. A mediados de febrero recayó de nuevo, y con él Zenobia. Convencida de que volver a su tierra y reencontrarse con sus familiares y con su lengua devolverían a Juan Ramón la salud perdida, Zenobia empezó a pensar en un eventual regreso a España.

    El año 1956 empezó con Juan Ramón calmado y contento, y Zenobia, mejorada y deseosa de vivir. Pero antes de acabar febrero Zenobia volvió a recaer. Al mes siguiente, los doctores confirmaron la reaparición del cáncer. En junio voló a Boston, para someterse a un severo reconocimiento en el Massachussets General Hospital. El diagnóstico no pudo ser peor. Tal vez no lograría sobrevivir mucho tiempo. Sólo tras recuperarse de las terribles heridas que le habían producido las prolongadas sesiones de rayos, podría esperar el milagro de una nueva intervención que le devolviese la vida por unos años más.

En septiembre, volvió a Boston. Allí se desvanecieron todas las esperanzas. Su muerte era sólo cuestión de unas semanas, quizás unos meses. Regresó a Puerto Rico y fue internada en la Clínica Mimiya, de Santurce. Casi al mismo tiempo va a llegar a la isla Francisco Hernández-Pinzón Jiménez, el sobrino predilecto de Juan Ramón, llamado a Puerto Rico por Zenobia para que se ocupe del poeta en los días que sigan a su muerte.


El 25 de octubre, la Academia Sueca concedió a Juan Ramón el Premio Nobel de Literatura.

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Dado que el Laureado no pudo estar presente en el Banquete Nobel de la Academia Sueca en Estocolmo, el 10 de diciembre de 1956, el discurso fue leído por Jaime Benítez, Rector de la Universidad de Puerto Rico.

Juan Ramón Jiménez me ha dado el siguiente mensaje para transmitirle:

«Acepto con gratitud el honor inmerecido que esta ilustre Academia sueca ha considerado oportuno concederme. Asediado por el dolor y la enfermedad, debo permanecer en Puerto Rico, incapaz de participar directamente en las solemnidades. Y para que usted pueda tener el testimonio vivo de mis sentimientos íntimos reunidos en la asociación cotidiana de amistad firmemente establecida en esta tierra de Puerto Rico, he pedido al Rector Jaime Benítez de su Universidad, donde soy miembro de la Facultad, para ser mi representante personal ante ustedes en todas las ceremonias relacionadas con los premios Nobel de 1956».

He encontrado tanto afecto por Juan Ramón Jiménez y tal entendimiento por sus obras que confío en que me disculpe si doy un agradecimiento especial a uno de ustedes tan sabio y penetrante que estoy seguro de que todos los demás estarán encantados de ser reconocidos en él . Me refiero a su gran poeta Hjalmar Gullberg, cuya presentación de esta tarde recordaremos siempre y cuya interpretación de la poesía de Juan Ramón Jiménez ha traído al pueblo escandinavo la pureza clara de nuestro maestro andaluz.

Juan Ramón Jiménez me ha pedido también que diga: «Mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio. Su compañía, su ayuda, su inspiración hicieron, durante cuarenta años, mi trabajo posible. Hoy, sin ella, estoy desolada e indefensa.

He oído de los labios temblorosos de Juan Ramón Jiménez algunas de las expresiones más conmovedoras de la desesperación. Para Juan Ramón es tal poeta que cada palabra refleja su propio reino interno. Esperamos fervientemente que algún día su dolor sea expresado por escrito y que el recuerdo de Zenobia proporcione una inspiración renovada y eterna a ese gran maestro de letras hispanas, Juan Ramón Jiménez, a quien ustedes han honrado tan firmemente hoy.

Antes del discurso, R. Granit, Miembro de la Real Academia de Ciencias, Hizo las siguientes observaciones sobre el poeta español: «Juan Ramón ha sido llamado poeta de los poetas, pero el laico puede acercarse a él si quiere primero pasar de la pura belleza visual de su paisaje, de la encantadora Andalucía, de sus pájaros, de sus flores , Granadas y naranjas. Una vez dentro de su mundo, al leer y releer tranquilamente, uno despierta gradualmente a una nueva «visión viva» en él, refrescado por la profundidad y la riqueza de una rara imaginación poética. Al hacer esto, recordé una conversación entre el pintor Degas y el poeta Mallarmé, relatada por Paul Valéry. Degas, luchando con un soneto, se quejó de las dificultades y, finalmente, exclamó: <Sin embargo, no me faltan ideas …> Mallarmé con gran suavidad respondió: <Pero Degas, uno no crea poesía con ideas. Uno lo hace con palabras. > Si alguna vez se ha inspirado el uso de las palabras, es en la poesía de Juan Ramón Jiménez, y en este sentido es poeta de poetas. Esta es probablemente también la razón por la cual, en todo el mundo de habla hispana, es considerado como el maestro y maestro.

Los premios literarios pueden implicar decisiones más difíciles que las científicas. Sin embargo, deberíamos estar agradecidos al fundador por haber incluido un premio literario en su testamento. Añade dignidad a los otros premios y al acto mismo; Destaca el elemento humano y cultural que tienen en común los dos mundos de la imaginación creadora; Y tal vez, al final, exprese ideas más profundas de lo que los científicos pueden lograr.

De Nobel Lectures, Literatura 1901-1967, Editor Horst Frenz, Elsevier Publishing Company, Amsterdam, 1969 –  Fuente>>

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Zenobia murió el 28 de octubre de 1956, en la Clínica Mimieya de Santurce, Puerto Rico, dos días después de que su esposo recibiera el Premio Nobel de Literatura. Al recibirse en Moguer la noticia de su muerte, el mismo día 28 de octubre, que era domingo, la corporación municipal celebró una sesión extraordinaria en la que se acordó en primer lugar nombrarla Hija Adoptiva de Moguer, solicitándose además al Ministerio de la Gobernación la autorización correspondiente para el nombre de Zenobia Camprubí a la calle de las Flores.

El entonces alcalde de Moguer, Juan de Gorostidi, escribió al poeta en la mañana del lunes 29 un telegrama con el texto.

«Todo Moguer comparte tu dolor por el fallecimiento de Zenobia.»

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Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.
 
¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?
 
Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.
 
Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!
 
Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;
 
y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde…
 
Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.
 
¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.
 
Y mis lágrimas corren… No vienen…
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.

Juan Ramón se encierra en su casa durante meses y no quiere ver a nadie. Se recupera gracias a la intervención y cuidados profesionales de la enfermera María Emilia Guzmán, quien lucha contra la depresión y la actitud terca de Juan Ramón hasta devolverle la salud y la lucidez, aunque no la alegría.

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Juan Ramón Jiménez ante la tumba de Zenobia Camprubí en el cementerio de Porta Coeli, Bayamón, Puerto Rico, 1957

A partir de ese momento pasa sus tardes en la Sala Zenobia-Juan Ramón de la biblioteca y allí quería siempre oír una cinta grabada con la voz de Zenobia recitando algunos poemas. Durante todo este tiempo, todos sus archivos, sus libros y papeles son trasladados a esta sala.

Dejó de comer, descuidó su higiene personal, se aisló de todo el mundo. Desnutrido y en un estado verdaderamente lamentable,  fue ingresado en el Hospital Psiquiátrico de Hato Tejas. Un mes después, volvió, de nuevo, a la Universidad.  – Fuente WEB


En febrero de 1958, Juan Ramón sufre una caída, en la que se fractura la cadera derecha. Es operado y se recupera prontamente, aunque permanece en una silla de ruedas en el hospital de Hato Tejas. Allí lo visitan don Juan de Borbón, y el alcalde de Madrid.

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Su sobrino, Francisco Hernández-Pinzón, regresó a Puerto Rico para estar cerca de Juan Ramón e intentar llevárselo a España con su familia. Hubo una polémica entre los administradores de la universidad que querían que Juan Ramón permaneciera en Puerto Rico y su sobrino que quería llevarlo con él para que no estuviese solo. Juan Ramón, que por su salud no tenía fuerzas para tener disgustos de ningún tipo, dijo que quería quedarse cerca de la tumba de Zenobia.

Muy pronto después, el 26 de mayo, Juan Ramón enfermó de bronconeumonía y fue llevado a la clínica Mimiya de Santurce, la misma donde había estado ingresada su esposa antes de morir. El 28 por la noche empezó a agonizar. Llamaba a su madre y mencionaba a Moguer. Minutos antes de las cinco de la madrugada fallecía, acompañado de su sobrino Francisco Hernández-Pinzón y de algunos dignatarios puertorriqueños.

El 29 de mayo muere Juan Ramón Jiménez en Puerto Rico, sin embargo, los restos de Zenobia y el poeta fueron trasladados a España y descansan en el Cementerio de Moguer, donde recibieron sepultura  6 de junio de 1958. 

Tras su muerte, Francisco Hernández-Pinzón hizo los preparativos para trasladar en avión los féretros de Juan Ramón y Zenobia, los cuales llegaron a Madrid el 4 de junio. En Madrid fueron recibidos por la familia del poeta, autoridades, amigos, periodistas, académicos y público en general. La comitiva fúnebre marchó por carretera a Moguer, pasando por Sevilla. El 6 de junio, los restos mortales de Juan Ramón y Zenobia recibieron sepultura en el cementerio moguereño de Jesús. En el testamento, Juan Ramón había legado a partes iguales el importe del Premio Nobel a su Casa-Museo de Moguer y a la Sala Zenobia Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico, uniendo así España y América, los dos lugares donde discurrió su vida. – 



Obras

Edición original

  • Ninfeas, 1900-Madrid.
  • Almas de violeta, 1900-Madrid.
  • Rimas, 1902
  • Arias tristes, 1902
  • Jardines lejanos, 1904
  • Elejías puras, 1908
  • Elejías intermedias, 1909
  • Las hojas verdes, 1909
  • Poemas mágicos y dolientes, 1909
  • Elejías lamentables, 1910
  • Baladas de primavera, 1910
  • La soledad sonora, 1911
  • Pastorales, 1911
  • Melancolía, 1912
  • Laberinto, 1913
  • Platero y yo (edición reducida), 1914
  • Estío, 1916
  • Sonetos espirituales, 1917
  • Diario de un poeta recién casado, 1917
  • Platero y yo (edición completa), 1917
  • Eternidades, 1918
  • Piedra y cielo, 1919
  • Segunda antología poética, 1922
  • Poesía, 1923
  • Belleza, 1923
  • Canción, 1935
  • Voces de mi copla, 1945
  • La estación total, 1946
  • Romances de Coral Gables, 1948
  • Animal de fondo, 1949
  • Una colina meridiana , 1950 (1° edición en España: Huerga & Fierro editores, 2002). Prólogo y estudio preliminar de Alfonso Alegre Heitzmann.
  • La frente pensativa (1911-1912) [cuatro poemas inéditos], introducción de José Luis Puerto, Zamora: Lucerna, 2001.

Ediciones recientes

  • Cuadernos, F. Garfias, Madrid, Taurus, 1960
  • Diario de un poeta recién casado, A. Sánchez Barbudo, Barcelona, Labor, 1970
  • En el otro costado, Aurora de Albornoz, Madrid, Ediciones Júcar, 1974
  • Leyenda (1896-1956), ed. de Antonio Sánchez Romeralo, Madrid, Cupsa Editorial, 1978.
  • Animal de fondo, A. Crespo, Madrid, Taurus, 1981
  • Antología en prosa, A. Crespo, Madrid, Taurus, 1981
  • Arias tristes, A. de Albornoz, Madrid, Taurus, 1981
  • Poesía. Edición del Centenario, 20 vol., Madrid, Taurus, 1982
  • Elegías, F. Garfias, Madrid, Taurus, 1982
  • Espacio, A. de Albornoz, Madrid, Taurus, 1982
  • Eternidades, V. García de la Concha, Madrid, Taurus, 1982
  • La realidad invisible, A. Sánchez Romeralo, Londra, Taurus, 1983
  • Antología poética, A. Crespo, Barcelona, Seix Barral, 1985
  • Guerra de España, A. Crespo, Barcelona, Seix Barral, 1985
  • Selección de poemas, G. Azam, Madrid, Castalia, 1987
  • Ideología, A. Sánchez Romeralo, Barcelona, Anthropos, 1990
  • Platero y yo, M. P. Predmore, Madrid, Espasa-Calpe, 1992
  • Cartas. Antología, F. Garfias, Madrid, Espasa-Calpe, 1992
  • Antología poética, J. Blasco, Madrid, Cátedra, 1993
  • Lírica de una Atlántida (En el otro costado, Una colina meridiana, Dios deseado y deseante, De ríos que se van), A. Alegre Heitzmann, Galaxia Gutenberg, 1999.
  • Segunda antología poética (1898-1918), J. Urrutia, Madrid, Espasa-Calpe, 1993
  • Libros de Madrid, AS. Robayna, JLL. Bretones, F. Utrera, Madrid, HMR, 2001
  • Con la Rosa del mundo, Barcelona, La Poesía, señor hidalgo, 2002
  • La frente pensativa 1911-1912. Libro inédito, Orense, Linteo Poesía, 2009 (Edición crítica, introducción y notas de José Antonio Expósito Hernández).
  • Dios deseado y deseante (Animal de fondo), J. Llansó, Madrid, Akal, 2009
  • Idilios, 98 poemas (38 inéditos); prólogo de Antonio Colinas, introducción, edición y estudio de Rocío Fernández Berrocal; La Isla de Siltolá, 2013

No soy yo. Soy este que camina a mi lado, a quien no veo, a quien a veces logro visitar, y a quien en otras ocasiones olvido; que permanece calmado y silencioso mientras hablo, y perdona, gentilmente, cuando odio, que camina donde no estoy, que permanecerá de pie cuando muera.


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